Afrodita de Piscis, o los caminos de la vida
Esta es una historia de cómo los caminos de la vida no son como tú pensabas, pero sí llevan a donde tú creías
Yo tengo dos nombres: Daniel y Raúl (en ese orden). El primero es un gran chiste y algo irónico que servirá como segunda parte de este ensayo, mientras que el primero fue un acuerdo para que mi padre aceptar heredarme su nombre en vez de Paúl — hasta la fecha, no entiendo por qué quería con tanta insistencia un nombre tan poco común. Mi madrina y mi abuela lo convencieron de que de una p a una r había una vida de bullying de por medio, y es gracioso, porque la vida de bullying se quedó, pero no por el nombre.
Ya lo he escrito mucho, y éstas son historias que cuento a cada rato, pero crecer como persona no binaria (que no se reconocía así, sólo se sabía diferente) en un ambiente cisnormado y conservador como son las escuelas religiosas en Coapa es un reto de supervivencia. Les compañeres, les profesores, todes sabían perfectamente que no cuadraba, pero que tampoco era un niño gay porque vaya que eran evidentes mis crusheos con compañeras del salón.
En esa forma como a todes nos enseñaron a leer el mundo en binomios, yo estaba fuera de uno (identidad sexual-orientación sexual) y no del otro, lo que, a su vez, me sacaba de todo el cis-tema. A principios de los 90, había poca representación LGBT+ en caricaturas infantiles, por lo que no podía pensarme ni ser pensade fuera del bullying. Ositos cariñositos y otros personajes de caricaturas para más pequeñes fueron los primeros apodos, hasta que llegaron Los Caballeros del Zodiaco.
La apuesta de Tv Azteca, recién estrenada entonces, para hacerle frente a la barra de programación del Canal 5, fueron dos horas de anime: los Supercampeones, Sailor Moon y Los Caballeros del Zodiaco eran las tres caricaturas que veía siempre saliendo de clases, en lo que comíamos y comenzábamos a hacer la tarea.
En esos mismos años, comencé a leer por gusto libros ya “de niños grandes”: mi abuelo materno nos heredó toda una enorme colección de Sepan cuántos de pasta dura, y de ahí me devoré completito la Mitología griega, de Ángel M. Garibay. Claro que tardaría muchos, pero muchos años en procesar todo lo que había leído… y quizá no fue la lectura más amable ni en formato ni temas, pero quedé fascinade de los mitos griegos: de Heracles y Perseo, de los pleitos de los dioses y los monstruos que cobraban con sangre, las condenas en el Tártaro y los signos en las estrellas. Obviamente, cuando empecé a ver LCZ, se hizo mi caricatura favorita, que no me perdía nunca y por la que en no pocas ocasiones me rompí algo queriendo hacer el “meteoro de Pegaso”.
Como niñes, era fácil reconocerse con el caballero dorado de tu propio signo zodiacal: los acuario podían cortar piedras con una mano, los géminis movían planetas enteros y los escorpio tenían agijones letales; yo, por otro azar de la vida, era el únique piscis “niño”, y era el único de los 12 caballeros (y de los 12 signos) con los que ningún niño quería identificarse.
Ver este video 26 años después, con todo este proceso de reconocerme, me da risa, pero recuerdo el terror que tuve al ver ese capítulo en la televisión y saber que el acoso en la escuela iba a hacerse insoportable.
Recuerdo, también, el dolor profundo de que la caricatura que amaba me estuviera “traicionando” con un personaje que reunía en sí, desde el nombre (el nombre oficial del caballero es Afrodita de Piscis, “el caballero más hermoso”) hasta sus poderes (rosas negras, blancas y rojas) y su casa del Zodiaco con un enorme jacuzzi. Todo parecía venir de una lista de deseos del más cruel de mis bullies, y, como los sospeché, el acoso escolar se convirtió en una constante insoportable que, no sé por azares de qué, logré sobrevivir casi sin golpizas, pero con suficientes cicatrices emocionales que sigo descubriendo más de 25 años después.
Durante esos años, hasta bien entrada la secundaria, sentía que iba solo por el mundo, y muy poca gente podía entenderme, menos me escuchaban, y sólo una me entendía, sabía cuándo abrazarme cuando lo necesitaba y el cáncer me la quitó demasiado pronto. Mi madrina, mi tía Jessi, sabía siempre hacerme reír y no sentirme (tan) solo en ese mundo.
Ya no recuerdo si fue por un cumpleaños o por una Navidad, pero mi tía me regaló justo al caballero de Piscis. Por años estuvo en mi cuarto, por años hasta que dejó de estarlo, ahora no sabría decir dónde quedó, y lo tenía ahí como un recuerdo de ella, porque ya para cuando me lo regaló, las burlas y el acoso y toda la violencia me hicieron dejar de querer el anime.
Por años, décadas más bien, el recuerdo iba junto: el acoso por el caballero de Piscis y el “remate” de mi tía regalándome la figura de acción; y así narré mi experiencia con una representación pobre y un ambiente escolar violento. Hasta hace poco más de un año, que en verdad comencé a preguntarme mi propia identidad y expresión de género.
Entonces, ¿mi nombre? Bueno, esa es una gran historia… Vengo de una familia que apenas nos enteramos que era de ascendencia judía yucateca, mi madre, por muchos años, trabajó en una secundaria judía de la Ciudad de México, y dejó de hacerlo porque me tuvo a mí. Ahí, lo ha platicado mil veces, quedó fascinada del nombre “Daniel”, y yo, sin importar si naciera “hombre o mujer”, me llamaría Daniel (o la grafía francesa “Danielle”, si hubiera sido asignade mujer al nacer). LOL.
Daniel, también, se convirtió en una herramienta de burlas por maestros en deportes en los que me inscribieron mis padres para que pudiera socializar más. Sí, quizá no era mucho que me dijeran “Daniel el Travieso” o “Daniel san” (ajá, por Karate Kid), pero… bueno, esas burlas escuchadas por mis compañeros, no tardaban nunca en escalar.
Tan pronto como pude, comencé a usar el nombre de mi padre, Raúl, y se quedó. Todavía hoy, si hablara con mi familia, leerían cómo se refieren a mí como Daniel y para el “mundo de afuera” soy Raúl.
Mi familia siempre se negó a llamarme Raúl, porque no era el nombre que me habían puesto (aunque… sí), y pues… en esas estamos.
Es curioso, por decir lo menos, ver traumas del pasado, ver las condiciones de violencias psicológica y social en las que muches vivimos y atravesamos y sobrevivimos y encontrar por entre ellas estos momentos que nos fueron forjando.
No me sorprende que, entonces, aún con la voz en off del Patriarca diciendo que Afrodita era el caballero más peligroso de todos en las 12 casas (porque era subestimado por su belleza), mis compañeros lo usaron sin reparo y sin cansancio para atacarme a mí y mi identidad de género que no estaba definida, entonces, pero sí era diferente y, por tanto, incómoda.
Han pasado más de 25 años, y ahora hay superhéroes bisexuales, parejas LGBT+ en caricaturas infantiles y personajes no binaries en producciones pensadas para educar y formar a niñes pequeñes. Para muches, la identidad y expresión de género de personajes de ficción, más que ser el único elemento de atención, es algo que aporta profundidad y contexto a su desarrollo, para muches otres sigue siendo de lo único de lo que se habla (como Jon Kent diciendo abiertamente que es bisexual).
Como me comentaba una amiga que leyó la primera versión de este texto, los comentarios del video de YouTube aplaudía el poder de Piscis, se burlaban de los bullies que recibieron con homofobia ese capítulo hace 25 años… Sí, el mundo es otro, y es un mundo que hemos hecho otro.
Quisiera creer que algo estoy haciendo por le pequeñe yo de 8 años que vio aterrade ese capítulo de Los Caballeros del Zodiaco, quisiera creer que mi tía Jessi está orgullosa de mí, y quisiera, eventualmente, hacer las paces con mi primer nombre. Quizá luego.